El pasado 18 de junio, un cohete sin astronautas dejó Cabo Cañaveral en Florida para no volver nunca más, en una misión kamikaze hacia la Luna que finalizó el pasado 9 de octubre.
La misión, llamada LCROSS, constaba de dos naves espaciales, que viajaron unidas y dieron vueltas tomando fotos a la Luna durante unos meses, hasta el 9 de octubre, que se separaron. La nave más grande encendió sus cohetes a máxima potencia apuntando al fondo de un sombrío cráter, mientras la nave pequeña, plagada de cámaras y sensores le seguía el paso.
La primera nave, de más de dos toneladas, impactó contra nuestro satélite a unos nuevemil kilómetros por hora, dejando un cráter de unos treinta metros, y levantando una columna de polvo de unos seis kilómetros.
La más pequeña filmó el impacto, para luego sumergirse en la bola de deshechos y analizarlos y enviarlos frenéticamente a la NASA, porque cuatro minutos después tendría el mismo destino.